miércoles, 12 de agosto de 2009

Un pescado en la arena


Hace más o menos 10 años mi padre y yo fuimos a la playa de Salinas.

Aquel día supuestamente ibamos a pescar pero el mar estaba muy picado y no era buen tiempo como para salir en una embarcación. Mi padre siempre precavido, siempre haciendo uso de sus innumerables experiencias del mar, me dijo que cuando el día está así no es bueno salir a pescar y mejor será otro día, por lo que decidimos quedarnos en tierra y disfrutar de la playa.

Nos bañamos, caminamos y disfrutamos de la belleza de aquel lugar que desde mi niñez y durante toda mi vida ha sido parte de mis vacaciones, de mis aventuras y excursiones. LLegamos caminando hasta la llamada "punta" allí seguimos caminando y fuimos al lado sur de la misma y nos bañamos un rato más.

Salimos ya cayendo la tarde y caminando por la arena, antes de llegar a la misma punta donde se unen las corrientes de la bahía de Las Calderas y el mar Caribe, de repente como un relámpago un pez aguja de unos 30 centímetros saltó desde el mar hacia la orilla y retorciéndose en forma vivaz y agresiva brincaba cada vez más alejándose de la orilla y adentrándose a la arena.

Mi padre en medio de algarabía y risas me gritaba : Agarralo! agarralo! y nos lanzamos a atraparlo mientras el pez brincaba sobre la arena y no se dejaba atrapar, hasta que por fin le atrapamos.

Mi padre tomo el pez y lo llevamos con nosotros. De camino a la casa nos paramos en el Hotel de Jorge, un buen amigo nuestro y que solemos visitar para tomar refrigerios y comer algo. Ante aquel inusual incidente mi padre no dejaba de sorprenderse y le contaba emocionado a un pescador de la zona lo que el describía como un regalo del mar : Tantas veces que he salido al mar y he regresado sin pesacado alguno, pocas veces se puede ver algo así. Pocos pescadores pueden contar esto. Un pez salir del mar y caer en la arena ante nosotros.

Aquella tarde fue muy especial no solo porque la pasé con mi padre sino porque aquel incidente quedo en mi memoria y tanto a mi como a mi padre nos dio mucha felicidad haber estado en el momento y lugar preciso y aun pienso que sí, fue un regalo del mar, creo que en agradecimiento por el respeto que tuvimos a sus aguas ese día.

Esa noche ya en la casa mi padre arregló el pescado y lo comimos en la cena.

Nunca olvidaré aquel día.







jueves, 6 de agosto de 2009

Una de muchas lecciones de vida

Quiero compartir esto que me sucedió en mi trabajo con ustedes.

Recientemente estaba en mi lugar de trabajo, mi jefa me ordenó acudir a recibir una serie de marcos de aluminio para las ventanas y puertas de la obra que estamos construyendo en sustitución de un compañero que se encontraba de vacaciones.

Acudí tranquilamente a recibir la mercancía, al llegar donde se encontraba el camión cargado veo que hay dos hombres uno de ellos, (el chofer ) se desmonta y me pregunta: donde vamos a descargar esto? Amablemente le señalo donde e inicio a revisar las medidas y las cantidades en mis conduces de recibo.

Noto que el otro hombre que acompañaba al chofer se queda dentro del camión y no sale. Le miro y le veo muy serio con unos lentes de sol oscuros que le daban un toque de rudeza, le pregunto al chofer porque este hombre no le ayuda y este me responde es que nosotros no veniamos a traer esto, veniamos a otro proyecto a tomar unas medidas y en la empresa aprovecharon para enviar esta mercancía. Usted debe poner gente a que le bajen esto yo solo lo transporto.

Empezaba a enfurecerme y ya iba a llamar a la empresa para dar la queja ya que en ocasiones anteriores venia un personal que se ocupaba de bajar todo del camión y ponerlo en su lugar en la obra.

Sin embargono llamé y le dije al chofer: Ustedes son dos a ver si se ponen de acuerdo porque esto hay que bajarlo sino no lo recibo y se lo llevan de regreso. El chofer empezo solo a bajar los marcos de aluminio mientras el otro hombre sentado en el camión lo observaba en silencio.

Mi labor era simplemente controlar le recibo de esto y firmarles el recibo, pero en ningun momento cargar ni bajar nada del vehiculo por tanto me abstuve de hacer mas.

El pobre chofer estaba solo bajo el sol implacable bajando unos marcos de aluminio bastante grandes aunque no pesados y maniobrando con ellos para meterlos dentro del almacen. En realidad una tarea para dos.

Cuando empezaba a anotarse cansado y con dificultad el hombre en el camión le dice quieres que te ayude? El chofer le respondió, no gracias, no te molestes. Pero el hombre dentro del camión se desmontó.

Para mi sorpresa cuando se desmonta noto que solo tiene un brazo, el brazo izquierdo y empezó a ayudarle. En ese momento no puedo describir como me sentí, pero solté la tabla de anotaciones y también me uní a la labor. Aquel hombre que me parecía rudo resultó que luego me ayudó también a medir uno de los marcos mas grandes y se mostró muy servicial y cooperativo.

Mi mente inció un recuento del momento buscando una moraleja. La verdad obtuve muchas moralejas de este suceso que tocó mi sensibilidad.

Cuando terminamos los señores se despidieron aquel señor me dio su mano izquierda y el chofer me hizo un gesto de despedida con su mano derecha, se marcharon tranquilos. Pense mucho que a veces nos fiamos de las apariencias y andamos predispuestos ante la vida y sobretodo que las cosas siempre nos pasan por algo...