miércoles, 5 de noviembre de 2008

Leccion de las gaviotas

(Viene de Leccion de caracoles)

Estuve parado en aquel lugar contemplando la belleza del paisaje, podía ver como en la lejanía algunas montañas se mostraban borrosas y finas nubes las hacían parecer como recuerdos lejanos, allí arriba el aire era puro limpio y solo era audible el sonido del viento en mis oídos, uno que otro canto de un ave que llegaba como eco hasta mi. Parecía que allí arriba vivía Dios.

Mis amigos los caracoles me habían despedido, los vi retirarse lentamente dejando sus estelas de baba sobre las piedras y ahí entendí que debía caminar al Oeste donde en un saliente sobre el alto valle divisaba unas figuras humanas en movimiento…

Caminé en línea recta hacia estas siluetas que bajo la claridad del sol de la mañana se perdían de mi vista por momentos.
Un trillo muy definido me guiaba hacia aquel saliente del alto valle, sin embargo preferí caminar por el lado bordeándolo y mirando las huellas de otros al mismo tiempo. Poco a poco note que el espacio se hacía más estrecho y a mi derecha se hacía más prominente un abismo, luego paso lo mismo a mi izquierda hasta que me detuve allí donde estaba el pequeño saliente en el valle era una especie de protuberancia natural suspendida en el aire.
Aquel lugar parecía el fin de una montaña..., no era un pico, ni una esquina, ni el final del un camino, pero era una lugar que cualquiera al llegar podía entender que estaba destinado a algo, alguna razón debía tener aquel trillado camino que conducía hasta ahí.

A mi llegada un cuerpo encorvado permanecía sentado e inmóvil de frente al horizonte sobre la parte más estrecha de aquel saliente. Me daba la espalda por lo que no podía ver su rostro... fui acercándome poco a poco buscando ver su rostro, pero el saliente era estrecho y no podía ser ocupado por dos personas a la vez…antes que llegara lo suficientemente cerca para verle.. dijo: -No podemos estar los dos sobre este pedazo de tierra suspendido en el aire y que pende de la montaña, podría caerse y caerías al abismo..., no me miraba, hablaba al paisaje sin mirarme y yo le escuchaba atento, en su voz sentí un maestro hablándome... y me dije ¿quien será este?, Soy un humilde servidor del silencio en el viento, un aviador de la vida, un ave, soy un aprendiz que encontró el camino correcto para ser maestro, no entendía como pudo responderme sin yo haber preguntado, pero asumo que como los caracoles, igual me escucho mentalmente... le dije con voz insegura, y... ¿qué se hace en este lugar, vive usted aquí, porque esta aquí?

En ese momento una gaviota se postro sobre el y me dijo, las gaviotas no vuelan en tierra, es señal de que mal tiempo se acerca... aléjate de este saliente caminemos, te mostrare algo... camine varios pasos atrás sin darme la vuelta y aquel cuerpo menudo y encorvado se incorporó y se puso de pie, era un anciano con barbas blancas y vestido con trapos negros... tenía pelo largo y sus cejas eran tupidas...

Sobre la tela de su vestido en sus hombros tenía manchas blancas y sus ropas estaban desgastadas. Me mostro un camino que bajaba unos cuantos metros hasta un pequeño parador plano donde me dijo vivía, allí estaban todas las ramas de los arboles llenas de blancas gaviotas.

A su llegada conmigo el aleteo de las aves me hizo sentir bienvenido.

¿Quieres sentarte?

Me dijo, se respondió a si mismo, si, quieres sentarte, lo que aprenderás ahora es algo que nunca pensaste harías, para muchos es imposible pero es importante que lo aprendas hoy y para toda la vida... Estas son mis amigas, mis compañeras de vida, estas son las gaviotas, pensaras que hacen aquí si el mar y la costa están lejos, pues bien, el mar no está lejos, desde el saliente puedes verlo, todo lo que tus ojos pueden ver no esta tan lejos...No es difícil alcanzarlo.

Hay cosas que están fuera de tu vista que realmente están muy cerca de ti y otras a tu vista que crees están lejos, recuerda que las distancias no están en los kilómetros que recorres ni en lo que se ve con la vista, ni en los caminos, ¿entonces? pregunté. Todo está en su mente amigo viajero ¿Como en mi mente?...

Si! En su mente! En la forma de ver las cosas. La distancia es relativa, lo que nos hace ver más o menos es el esfuerzo que enfrentaremos para batir esa distancia que nos separa del lugar al cual deseamos llegar.

Siempre hay una manera de llegar donde quieres, hay horizontes lejanos que parecen inalcanzables y otros cercanos que no llegamos a tocar jamás. Es una ambigüedad de la vida. Pero es cuestión de fe también. Me sentía intimidado, intrigado y a la vez fascinado por saber que hacia aquel viejo harapiento allí. Sin embargo mientras hablaba dejo de importarme eso. El anciano saco un gran tablón de escritura y me explico rápidamente algo que nunca olvidare...

Hizo un grafico con un pedazo de tiza vieja, me dijo puedes llegar al mar si deseas mas rápido de lo que imaginas, mirando todo desde lo alto. ¿Pero cómo? Me miró con compasión y entonces me dijo: Aprendiendo a volar…

Si vas a vuelo podrás llegar al otro lado de las montañas donde está el acantilado, las costas y el mar. De ahí vienen mis amigas las gaviotas.

Ellas vienen a visitarme con frecuencia cuando hay mal tiempo, vuelan alto y suben hasta aquí desde la costa pues el mar sopla furioso a la tierra y mojas sus alas, así que llegan volando hasta aquí para buscar cobijo, y con ellas he aprendido… le interrumpí preguntándole…¿ qué puedo aprender de ellas?

Hijo mío, en las tempestades hay que volar alto como ellas, más alto que la tormenta, llegar a un lugar tranquilo esperar y saber luego descender... volver a ver tu hábitat después que el mar ha batido la arena y ha arrojado algas y pedazos de ramas secas y esperar a que las aguas vuelvas a ser cristalinas para poder pescar y seguir viviendo.

Vamos al saliente otra vez, nos reincorporamos y caminamos nuevamente al lugar donde le encontré, ya no podía esperar mas estaba ansioso por volar.

¿Le pregunté cómo voy a volar hasta allá? ¿En qué artefacto lo haré? , El viejo sin mucho titubeo me contestó: Todo lo que necesitas lo traes contigo dentro. Pero no tengo alas viejo! Párate ahí en el saliente, donde estaba yo, me dijo, te estaré observando desde aquí detrás, anda sin miedo acércate, mira el precipicio, mira el mar allá debajo. Con pasos temerosos me acerque al saliente y dos gaviotas se posaron en la punta del mismo. Míralas me dijo el viejo. Las gaviotas aletearon y se elevaron para luego dejarse caer mientras el viento jugaba con ellas descendían suavemente montaña abajo hacia la costa.

Ahora cierra los ojos, estira tus brazos y déjate caer. Solo un paso más, estaba aterrado, ¿cómo iba yo a volar así como las gaviotas? Me gritó con voz firme, anda vuela, solo es un paso salta! salta! Antes que gritara salta por tercera vez, me deje caer al abismo.

Mientras caía cerré mis ojos y me pregunté a mi mismo ¿moriré al caer o volaré, que pasará? Decidí abrir solo un poquito los ojos y veía la tierra acercarse rápidamente, estaba aterrado cuando en fracciones de segundos pensé… Dios! ¿Dónde estas? estoy cayendo en un abismo! Ayúdame!

Una luz resplandeciente acompañada de un viento fuerte me sostuvo suavemente en el aire y como una gaviota que se entrega al viento descendía yo suavemente hasta la costa, mientras volvía mi cabeza para ver en lo alto aquel saliente hacerse cada vez más chico y las manos del viejo agitarse entre sus blancas barbas, era todo lo que podía ver de él hasta perderlo de vista, cuando sin darme cuenta caí deslizándome sobre una duna de fina arena blanca en la playa de una costa inmensa, me deje tendido en la arena con una sensación de alivio y júbilo que nunca olvidaré.

Continua en Lección del pescador.
Paul Barros

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