Viene de Leccion del Pescador...
El tiempo empezó a transcurrir mas lento, una extrema quietud y tranquilidad envolvía el día y al tiempo en que ya nuestras mentes iniciaban el viaje al ocaso mucho antes que nuestros cuerpos, el mar, las olas y la barca engalaban el inicio de la tarde con una sinfonía de relajantes sonidos que tenían como artistas en escena el vuelo y canto solitario de las gaviotas sobre la inmensa costa.
El pesacador entró al agua mojando sus ropas, preparó la barca y orientó la proa hacia el horizonte, subió primero y yo le seguí. Como si existiera una comunicación entre él y la barca, de la misma forma que un corcel comprende el destino al cual se dirige su caballero jinete, la vela de la barca cobró vida con el viento y las maniobras del pescador. La barca se movió iniciando lentamente el viaje hacia el horizonte.
Mientras avanza la barca, el agua besaba las maderas del casco en una acto casi erótico que concluía en la ondulada estela de agua y espuma que se desvanecía mientras nos alejabamos. Cada vez el mar se tornaba mas de un azul intenso y por momentos asomaban contrastes de azules claros y verde al observar el fondo que llegaba y se despedía al navegar, el viento empujaba ahora la barca con más rapidéz y en ocasiones la proa rompiendo las olas hacía rociarnos de agua salada que nos refrescaba bajo el implacable sol.
¿Cuando llegaremos al horizonte? Siempre estamos en un horizonte respondió el pescador mientras guiaba en silencio la barca, me quedé callado meditando en esa respuesta y comprendí lo que intentaba decirme, es un asunto de percepción. Habian pasado varias horas en silencio y ya la vieja vela de la barca nos cubria de sombra pues el sol comenzaba a caer y nosotros navegabamos de frente a el.
Es un buen lugar aqui para pescar, dijo el pesacdor... me preguntaba yo cómo puede saber en que lugar estamos si no hay referencias de nada, solo vemos mar por todos lados. El pescador tiro su cordel, preparó uno para mí, poniendole carnada y me dijo: Toma este e intenta pescar algo, cuando piquen tira del cordel con firmeza sin dejar de halar y veremos que sacas.
Yo estuve sentado un buen rato sin que pez alguno picara, mientras tanto el pescador ya habia sacado tres del fondo con una facilidad increíble, cuando tiré de mi cordel note que la carnada ya no estaba, el pescador rió haciendo alardes y en cierta forma burlandose un poco, eres un principiante en el mar de la vida, te han engañado, los peces se han comido tu carnada, dejándote el anzuelo vacío, tienes que estar atento, es algo que no puedes ver, en la vida muchas cosas no las ves pero debes saber sentirlas para actuar a tiempo antes que se lleven tu oportunidad , pero debes saber perder también, no siempre se pesca lo que queremos. ¿No has sentido que pican? Creo que si respondí, pero no estoy seguro, a ver, dejame ponerte otra carnada en el anzuelo y veremos que pasa.
Nuevamente lancé mi cordel al mar y estuve atento para pescar algo, el pesacdor me observaba y me indicaba, cuando sientas un pequeño halón tira del cordel y lo sentirás pesado, te enfrentas al pez y lo sacas. No te desesperes y tira con firmeza y sin detenerte. Continuaba atento mientras la tarde empezaba a caer y en el sol asomaba bajo las nubes del firmamento, estuve distraído por un tiempo mirando la tarde cuando de repente...Uno! ahi, ahi me está halando fuerte... tira del cordel! me dijo el pescador, tira firme y sin parar.
Halaba el cordel con tanta alegría y a la vez ansioso por ver mi pesca cuando de pronto una silueta brillosa y vibrante se movia frente a mi batiendo el agua y lo saqué tirándolo a la barca. El pesacador se reía y yo estaba feliz, habia sacado un pez aguja como de algunas 5 libras, nada muy grande pero era algo y me sentía orgulloso de mi pesca. El pez se movia inquieto dentro de la barca hasta que por fin quedo quieto.
No sabes lo que obtendrás del mar pero la satisfaccion es siempre segura, el pescador reinició la navegación y ahora el mar comenzaba a destellar el reflejo anaranjado del sol sobre las crestas de las olas. El aire empezo a hacerse mas fresco. Como un artista el sol y un lienzo el cielo, maravillosos colores entrelazados con las nubes y finos mantos de nubes, iniciaron lo que tanto estaba esperando. El ocaso.
El sol emprendió su retirada, imponente, hacía apagar el día en una lenta procesión hacia el horizonte. Desde la tierra amigo viajero, tu, la barca y yo, estamos en el horizonte, y desde aqui el sol esta en el horizonte para nosotros. Mientras lo ves caer alla esta naciendo el día para otros y mientras tanto aqui cae la noche.
Sentados en la barca miramos el sol bajar tornando de naranja el cielo, mientras el mar se volvía un océano brillante de ambar, el viento empezó a soplar de frente a nosotros y el sol se acercaba al horizonte. Había una enorme paz, las nubes se hicieron majestuosas, el astro rey nos enviaba destellos brillantes a travez de ellas y sentía que Dios se paseaba sobre las aguas y el firmamento tocando cada pedazo de este.
Se acerca el momento, la enorme bola de fuego hace su aparición final en la escena tras salir de las nubes que hacían las de telón y bambalinas, se presenta desnudo por unos cortos minutos frente a nuestros ojos, el pescador dijo vamos a empezar el regreso a tierra e hizo mover la barca, el ocaso nos quedaba de lado. Nuestra vela aprovechaba las suaves brisas del atardecer que empezaban a soplar hacia tierra para movernos despacio. Me imaginaba al sol como una bolsa de té en una taza de agua tibia, había teñido las aguas y el cielo y habia producido una calma hermosa.
Ya estabamos listos para regresar pero dije al pesacdor, espera! Nos falta ver lo mas importante, lo sé contestó, ya solo falta un minuto. El sol se acercó al horizonte y atentos y en silencio sepulcral lo vimos entregarse al mar. El Sol ha encontrado al mar, dijo el pescador, ahora se va y nos deja hasta mañana. La luz regresará luego de la oscuridad.
Continuabamos mirando el horizonte ahora con la mitad del sol oculta y esperando ver el ultimo pedacito de sol ese pedacito que se separa del horizonte cuando ya solo faltan pocos segundos para que se oculte completamente y que nos regalo el hermoso destello verde que solo duró un instante fugaz.
En un abrir y cerrar de ojos se fue...! Adios hermoso rey de los atardeceres. Continuaba oscureciendo y el pescador habia iniciado nuestro regreso a tierra firme. Navegamos complacidos observando las primeras estrellas de la noche aparecer en el cielo despejado y al llegar a tierra con pocas palabras y un abrazo, el pescador y yo nos despedimos, me entregó una pequeña bolsa de yute con mi pesca, había arreglado el pescado en la barca y lo habia envuelto en sal.
¿A donde te diriges ahora viajero? A donde me lleve la noche... contesté. Trata de comerte el pescado o mañana empezará a descomponerse. Lo sé pescador. Gracias amigo. Dondequiera que vayas viajero recuerda que vale la pena esforzarse aun cuando sea por un segundo de dicha, tal vez sea inolvidable o ese segundo viva para siempre.
Cuidate mucho en tu viaje, gracias nuevamente pescador y hasta pronto. Me quedé en la orilla mientras el pescador regresaba al mar en su barca, no se adonde se dirigía, tampoco le pregunté pero en poco tiempo lo perdí de vista. Mire a mi alrededor, me encontraba solo en la noche, caminé a mi derecha, que era el Norte y a lo lejos divisaba lo que parecía el fuego de una hoguera, caminé toda la playa hacia ella bajo la luz de la luna y las estrellas.
Continuará...
Paul Barros.
El pesacador entró al agua mojando sus ropas, preparó la barca y orientó la proa hacia el horizonte, subió primero y yo le seguí. Como si existiera una comunicación entre él y la barca, de la misma forma que un corcel comprende el destino al cual se dirige su caballero jinete, la vela de la barca cobró vida con el viento y las maniobras del pescador. La barca se movió iniciando lentamente el viaje hacia el horizonte.
Mientras avanza la barca, el agua besaba las maderas del casco en una acto casi erótico que concluía en la ondulada estela de agua y espuma que se desvanecía mientras nos alejabamos. Cada vez el mar se tornaba mas de un azul intenso y por momentos asomaban contrastes de azules claros y verde al observar el fondo que llegaba y se despedía al navegar, el viento empujaba ahora la barca con más rapidéz y en ocasiones la proa rompiendo las olas hacía rociarnos de agua salada que nos refrescaba bajo el implacable sol.
¿Cuando llegaremos al horizonte? Siempre estamos en un horizonte respondió el pescador mientras guiaba en silencio la barca, me quedé callado meditando en esa respuesta y comprendí lo que intentaba decirme, es un asunto de percepción. Habian pasado varias horas en silencio y ya la vieja vela de la barca nos cubria de sombra pues el sol comenzaba a caer y nosotros navegabamos de frente a el.
Es un buen lugar aqui para pescar, dijo el pesacdor... me preguntaba yo cómo puede saber en que lugar estamos si no hay referencias de nada, solo vemos mar por todos lados. El pescador tiro su cordel, preparó uno para mí, poniendole carnada y me dijo: Toma este e intenta pescar algo, cuando piquen tira del cordel con firmeza sin dejar de halar y veremos que sacas.
Yo estuve sentado un buen rato sin que pez alguno picara, mientras tanto el pescador ya habia sacado tres del fondo con una facilidad increíble, cuando tiré de mi cordel note que la carnada ya no estaba, el pescador rió haciendo alardes y en cierta forma burlandose un poco, eres un principiante en el mar de la vida, te han engañado, los peces se han comido tu carnada, dejándote el anzuelo vacío, tienes que estar atento, es algo que no puedes ver, en la vida muchas cosas no las ves pero debes saber sentirlas para actuar a tiempo antes que se lleven tu oportunidad , pero debes saber perder también, no siempre se pesca lo que queremos. ¿No has sentido que pican? Creo que si respondí, pero no estoy seguro, a ver, dejame ponerte otra carnada en el anzuelo y veremos que pasa.
Nuevamente lancé mi cordel al mar y estuve atento para pescar algo, el pesacdor me observaba y me indicaba, cuando sientas un pequeño halón tira del cordel y lo sentirás pesado, te enfrentas al pez y lo sacas. No te desesperes y tira con firmeza y sin detenerte. Continuaba atento mientras la tarde empezaba a caer y en el sol asomaba bajo las nubes del firmamento, estuve distraído por un tiempo mirando la tarde cuando de repente...Uno! ahi, ahi me está halando fuerte... tira del cordel! me dijo el pescador, tira firme y sin parar.
Halaba el cordel con tanta alegría y a la vez ansioso por ver mi pesca cuando de pronto una silueta brillosa y vibrante se movia frente a mi batiendo el agua y lo saqué tirándolo a la barca. El pesacador se reía y yo estaba feliz, habia sacado un pez aguja como de algunas 5 libras, nada muy grande pero era algo y me sentía orgulloso de mi pesca. El pez se movia inquieto dentro de la barca hasta que por fin quedo quieto.
No sabes lo que obtendrás del mar pero la satisfaccion es siempre segura, el pescador reinició la navegación y ahora el mar comenzaba a destellar el reflejo anaranjado del sol sobre las crestas de las olas. El aire empezo a hacerse mas fresco. Como un artista el sol y un lienzo el cielo, maravillosos colores entrelazados con las nubes y finos mantos de nubes, iniciaron lo que tanto estaba esperando. El ocaso.
El sol emprendió su retirada, imponente, hacía apagar el día en una lenta procesión hacia el horizonte. Desde la tierra amigo viajero, tu, la barca y yo, estamos en el horizonte, y desde aqui el sol esta en el horizonte para nosotros. Mientras lo ves caer alla esta naciendo el día para otros y mientras tanto aqui cae la noche.
Sentados en la barca miramos el sol bajar tornando de naranja el cielo, mientras el mar se volvía un océano brillante de ambar, el viento empezó a soplar de frente a nosotros y el sol se acercaba al horizonte. Había una enorme paz, las nubes se hicieron majestuosas, el astro rey nos enviaba destellos brillantes a travez de ellas y sentía que Dios se paseaba sobre las aguas y el firmamento tocando cada pedazo de este.
Se acerca el momento, la enorme bola de fuego hace su aparición final en la escena tras salir de las nubes que hacían las de telón y bambalinas, se presenta desnudo por unos cortos minutos frente a nuestros ojos, el pescador dijo vamos a empezar el regreso a tierra e hizo mover la barca, el ocaso nos quedaba de lado. Nuestra vela aprovechaba las suaves brisas del atardecer que empezaban a soplar hacia tierra para movernos despacio. Me imaginaba al sol como una bolsa de té en una taza de agua tibia, había teñido las aguas y el cielo y habia producido una calma hermosa.
Ya estabamos listos para regresar pero dije al pesacdor, espera! Nos falta ver lo mas importante, lo sé contestó, ya solo falta un minuto. El sol se acercó al horizonte y atentos y en silencio sepulcral lo vimos entregarse al mar. El Sol ha encontrado al mar, dijo el pescador, ahora se va y nos deja hasta mañana. La luz regresará luego de la oscuridad.
Continuabamos mirando el horizonte ahora con la mitad del sol oculta y esperando ver el ultimo pedacito de sol ese pedacito que se separa del horizonte cuando ya solo faltan pocos segundos para que se oculte completamente y que nos regalo el hermoso destello verde que solo duró un instante fugaz.
En un abrir y cerrar de ojos se fue...! Adios hermoso rey de los atardeceres. Continuaba oscureciendo y el pescador habia iniciado nuestro regreso a tierra firme. Navegamos complacidos observando las primeras estrellas de la noche aparecer en el cielo despejado y al llegar a tierra con pocas palabras y un abrazo, el pescador y yo nos despedimos, me entregó una pequeña bolsa de yute con mi pesca, había arreglado el pescado en la barca y lo habia envuelto en sal.
¿A donde te diriges ahora viajero? A donde me lleve la noche... contesté. Trata de comerte el pescado o mañana empezará a descomponerse. Lo sé pescador. Gracias amigo. Dondequiera que vayas viajero recuerda que vale la pena esforzarse aun cuando sea por un segundo de dicha, tal vez sea inolvidable o ese segundo viva para siempre.
Cuidate mucho en tu viaje, gracias nuevamente pescador y hasta pronto. Me quedé en la orilla mientras el pescador regresaba al mar en su barca, no se adonde se dirigía, tampoco le pregunté pero en poco tiempo lo perdí de vista. Mire a mi alrededor, me encontraba solo en la noche, caminé a mi derecha, que era el Norte y a lo lejos divisaba lo que parecía el fuego de una hoguera, caminé toda la playa hacia ella bajo la luz de la luna y las estrellas.
Continuará...
Paul Barros.