lunes, 21 de septiembre de 2009

Un segundo para morir




Un segundo para morir, un segundo para dejar de existir, eso pensé aquella noche sentado en “El Lugar” junto a mi mejor amigo Euclides Díaz, luego de presenciar un acontecimiento que en ocasiones aun recordamos y que hoy traigo a ustedes en estas líneas.


Eran pasadas las diez de la noche y como era costumbre entonces, nos sentábamos allí a conversar, a ver pasar los vehículos, vagabundos, vendedores ambulantes, niños del bajo mundo y uno que otro empleado de esos que salen tarde de tiendas, bancos y pequeños negocios caminando en dirección a la 27 de Febrero para tomar el transporte público.


Al compás de unos tragos de ron pasaba la noche y entre anécdotas y conversaciones sobre la vida y nuestras hazañas de mozalbetes poco a poco nuestras mentes creaban un mundo aparte en aquel lugar, donde nuestro sentido de la vida y la crítica se exaltaba a niveles que nos permitían analizar cualquier momento con gran sensibilidad y significado por sencillo o insignificante que pareciera para otros.


Mientras conversábamos observando la avenida una rata citadina solitaria al otro lado asomaba desde la cuneta para cruzar la avenida Abraham Lincoln desde el parque la Lira hasta “El Lugar” en la Plaza Bolera. Esperando el momento propicio para atravesar los casi 18 metros, la rata se preparaba para su hazaña.


Mi amigo y yo vimos el primer intento, la rata no llegó a la mitad de la avenida y se devolvió al percibir que los autos se acercaban con sus luces y sus estridentes rugidos, pasaron unos instantes la perdimos de vista con el pasar de los autos y luego apareció una segunda vez, haciendo el intento cual fuera un acróbata en un show, pero no lo consigue aun y termina devolviéndose de inmediato a la cuneta de la acera del parque.


Pasaron unos instantes más y la curiosa rata decididamente y de forma veloz cumple su hazaña y cruza a nuestro lado. Camina unos instantes husmeando y curioseando sobre la cuneta de la acera de “El Lugar” y luego decide regresar. Con determinación y confianza se lanza nuevamente al asfalto en una retirada gloriosa, sin embargo a la mitad del trayecto se detiene al ver que un carro viene hacia ella, corre, adelanta, retrocede, luego avanza y ahí sucedió…
Solo un segundo y dejó de existir.


En ese momento mi amigo y yo nos quedamos callados y hubo un efímero silencio que se rompió cuando el semáforo volvió a cambiar a la luz verde. Como pensamiento en voz alta nos decíamos, como es la vida, quien se lo diría, así nos sucede a los humanos también, a veces caminamos ingenuos en un mundo de peligro, exponiéndonos a encontrar ese segundo decisivo que determina nuestro paso por la vida.


Quien le diría a aquella rata que dejaría de existir al cruzar de regreso. Tal vez ni sintió nada, solo un segundo y ya no vivió más.


Muchas veces mi buen amigo y yo hemos pensado y recordado esto y tiempo después en una conversación con mi padre mientras nos preparábamos para un viaje en carretera nos dijo esto: “Es mejor perder un segundo en la vida y no la vida en un segundo” vayan despacio. Siempre recuerdo a mi padre con esa frase que asocio a este episodio de la rata. Antes no le prestaba tanta atención a los veinte y tantos se vive diferente, se vive más intensamente y con menos criterios.


Hoy más viejo y con más experiencia, comprendo que la vida es breve como la caída de una hoja y tan solo se necesita de un segundo para morir…Aprender a ver los mensajes de la vida en sus momentos y sucesos es algo para lo cual no estamos entrenados sino hasta cuando nos llega el golpe y aprendemos solo un poco de algo.


Escuchar a los viejos y meditar las señales de la vida es indudablemente un sabio entrenamiento que tenemos a la mano. Hoy es un buen día para iniciar una nueva forma de existir…

Paul Barros.

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